viernes, 28 de febrero de 2014



Un enano se suicida en Las Vegas

La prematura muerte de Francisco Casavella (1963-2008) dejó a la literatura en castellano sin una de sus voces más singulares. Su desaparición física no quiere decir que no sea un buen momento para reivindicar la vigencia del escritor barcelonés, curtido en los más variopintos talleres de la letras, de quien he vuelto a leer la novela Un enano español se suicida en Las Vegas (Anagrama), editada en 1997, una oxigenante novela que levanta sonrisas según avanzan las páginas, las cuales se quedan cortas ante la maestría deCasavella para llevarnos de la mano por la Barcelona donde nació y murió.

La contraportada de la primera edición de la citada novela decía: "Para Ignacio Losada, los sucesivos y descacharrantes reencuentros con Carlos, su hermano mayor, jugador ye-yé en las últimas, supondrán bastante más que el ejercicio de la piedad con alguien acosado, simultáneamente , por sed metafísica y un ejército de matones; una transferencia de gestos y culpas le enfrentará a la fragilidad de sus entusiasmos y al presagio constante de la tragedia para despositarle bruscamente en los demasiado ciertos páramos de la edad adulta..."


Otros libros de Casavella son los titulados:
El triunfo (1990, Versal), Premio Tigre Juan de novela
Quédate (1993, Ediciones B)
El secreto de las fiestas (1997, Anaya)
El día del Watusi. Los juegos feroces (2002, Mondadori)
El día del Watusi. Viento y joyas (2002, Mondadori)
El día del Watusi. El idioma imposible (2003, Mondadori)
Lo que sé de los vampiros (2008, Destino), Premio Nadal 2008



La velocidad de la luz

Una crítica sobre el libro de Javier Cercas, La velocidad de luz, hace referencia a que es una novela llena de lugares comunes. No soy amigo de leer críticas literarias, pues desde siempre me gustó ir a mi aire. Mas uno también tiene sus momentos de duda y cae en la tentación. Espero que no sirva de precedente de otros comentarios, porque en todo caso yo digo sobre la citada obra: ¡Bienvenidos los lugares comunes! 

En este país parecer ser que, según algún tipo de crítica, la literatura es algo retorcido que no lee ni quien la escribe, mientras que lo demás son concesiones de los literatos a los lectores. Es decir si se lleva violencia, pues violencia; si es sexo, sexo… Cuando se descubre un libro que puede interesar, enseguida los jueces de la literatura salen a la palestras para lanzarse contra todo lo que huela a triunfo merecido. 

En fin a lo que iba, a mí de Cercas me gustó su exitosa novela Soldados de Salamina, y ahora que me he atrevido con La velocidad de la luz, también me ha resultado atractiva. Desde el primer momento estuve amarrado, con gusto, a sus páginas a pesar de no ofrecer una historia llamativa. Ahí está su grandeza: ofrecer literatura, que entretiene, de acuerdo con un argumento sobre la vida misma, donde se dan cita el dolor, la culpa, el triunfo, la derrota y hasta un escritor que narra y reflexiona sobre esas realidades.