viernes, 14 de diciembre de 2012


 Lo bello y lo triste

Yasunari Kawabata (1899-1972) fue el primer escritor japonés galardonado con el Premio Nobel de Literatura, en concreto en 1968, cuatro años antes de su suicidio. No obstante hasta su desaparición física, Kabawata mantuvo una interesante producción literaria iniciada en 1921, y que se concreta en varios títulos de gran lirismo. Sus obras adentran al lector en la sensibilidad de unos personajes que por japoneses no dejan de ser universales. En esta línea se encuentra Lo bello y lo triste, escrita en 1961, cuando Kabawata se encontraba en un estadio vital que constituía un aliado perfecto para trasmitir en su narrativa hondura e intensidad, además de experiencia que mezclaba tradición y modernidad, así como el pesado fondo existencial producido por el trauma de la II Guerra Mundial.

La novela constituye un cuadro que, lejos de la abstracción que hablan los personajes, resalta el amor, la familia, la sexualidad, la venganza, el sacrificio, entre otros, aspectos, hasta concluir con un final inesperado y dramático que deja al lector una extraña sensación sobre la fragilidad humana.


Otras obras de Yasunari Kawabata:
  • La danzarina de Izu
  • País de nieve
  • Una grulla en la taza de té
  • El clamor de la montaña
  • La casa de las bellas durmientes


jueves, 6 de diciembre de 2012




Leer despacio

En pleno esplendor de aplicación de nuevas tecnologías a casi todos los aspectos de la vida, incluso a los en teoría menos contaminados como la cultura, por ejemplo, es bueno de vez en cuando pensar, no con la nostalgia de cualquier tiempo pasado fue mejor, sino desde el reconocimiento a esa labor que muchas personas con menos medios han contribuido a la evolución de la humanidad. Esto se viene produciendo desde que se tiene constancia del ser humano en este planeta.

A lo que iba, el otro limpiando el polvo entre las baldas de mi biblioteca me produjo una sensación agradable encontrarme con varios libros de Eduardo Moreiras (1914-1991), un escritor gallego un tanto olvidado, porque las editoriales gallegas no se prodigan en recuperar su obra desde su muerte a comienzos de la década de 1990. Es verdad que la narrativa de este autor se encuentra distribuida principalmente entre las editoriales Galaxia y do Castro, además de diferentes poemarios, inencontrables tanto en castellano como en gallego.

Ahora cuando tanto se lleva eso de escribir diarios, bitácoras, blogs y demás crónicas personales, me produjo sorpresa Follas de vagar. Xornal, obra que se centra en fechas que van desde final de 1969 a diciembre de 1970. Eduardo Moreiras evoca personas reales que adquieren a veces un protagonismo casi fantástico, aunque el autor reconoció que todos ellos era auténticos, incluso les conoció en diferentes etapas de su vida. Sin embargo, el autor también anota pensamientos variados que van desde la literatura a la poesía, pasando por la filosofía, la lógica y alguna religión oriental.

Como dijo su amigo Francisco Fernández del Riego: “El escritor se hizo caminante y subió en busca de las puras cumbres, sierra, cielo, horizonte libre. Una altura que pudiera ser la cuna de nuestra tribu originaria”. Por este y otros motivos, es un buen momento para recuperar la obra de este hombre que desde joven apostó por la poesía, llegó a editar una revista literaria en el yermo de finales de los cuarenta y tradujo a Eluard y Elena Bono.

Algunas obras de Eduardo Moreiras:

A realidade esencial1955 (poesía)
Paisaxe en rocha viva, 1958 (poesía)
Os nobres carreiros, 1970 (poesía)
Follas de vagar. Xornal 1972 (diario)
Primaveira no Lor, 1974 (relatos)
Fogo solto, 1976 (relatos)
O libro dos mortos, 1979 (poesía)

domingo, 25 de noviembre de 2012


Star

La revista Star inició su andadura en 1974 dentro de una línea contracultural que seguía activa en Europa en aquel año previo al proceso de cambio que se iba a producir en España un año después con la muerte del general Franco. Como otras revistas parecidas que circulaban por varios países europeos, Star no se limitó al ámbito del cómic, porque además de dibujantes, reunía a escritores, fotógrafos, pintores, diseñadores, críticos musicales, guionistas que, bajo el lema contra todo y contra todos, constituían una alternativa a publicaciones de la época también juveniles pero demasiado dirigidas por idearios políticos de partidos y formaciones que aspiraban a ocupar su lugar cuando llegase la democracia. 

La heterodoxia de dicho proyecto editorial chocó más de una vez contra los poderes fácticos, muy pronunciados en aquel tiempo, con resultados siempre negativos para la revista. A pesar de todo su difusión era elevada, porque llegaba a las principales ciudades de la Península.

Sus portadas siempre tenían el don de no pasar desapercibidas y estar firmadas por personajes que ya son historia en el cómic. Además, Star se adelantó al movimiento punk y a la movida, que en el caso de España copiaron bastante de la publicación catalana, uno de cuyos atractivos estaba en su rompedora independencia. También se editaron libros en la colección Star Books, fundamental para acercarse a textos hasta entonces impensables de gentes tan dispares como Thoureau, Neal Cassady, Jim Morrison, Bob Dylan o Jim Carroll.



Tio Vivo


Vuelvo a los tebeos de mi infancia con este ejemplar de Tio Vivo de comienzos de los años sesenta cuando en esta publicación convivían dos generaciones de humoristas, la más joven rápidamente cogería el relevo de aquellos que brillaron en la década de 1950 con su inolvidable humor: Peñarroya (dibujo de la portada reproducida), Cifré, Conti, Escobar, Giner, Enrich, y Pañella, que contaban con una brillante trayectoria en Pulgarcito, DDT y Can Can. Todos ellos constituyeron la alternativa a las historietas de la editorial Bruguera, aunque luego ésta se hiciese con Tio Vivo, pero esa etapa forma parte de otra historia.

Historias ilustradas

La lectura era una de las importantes vías de escape de la sufrida población española de la década de 1950, pero los nuevos literatos, la mayoría universitarios, con dotes para la narración social y existencialista, no alcanzaron el éxito de otros géneros de masas: historieta, novela rosa, oeste y aventuras. El popular tebeo, con el tiempo cómic, vivía su mejor momento con la potente y estajanovista editorial Bruguera -que se lo pregunten a los escritores y dibujantes que allí trabajaron-, que editaba las cabeceras Pulgarcito, Tiovivo, DDT, Can Can,Sissi, El Capitán Trueno y El Jabato, de las que saldrán duraderos personajes y hasta una jerga utilizada a menudo debido a la imaginación de dibujantes y guionistas. 



Sin embargo, incluso antes de que hiciesen su aparición personajes que llevarían al éxito a las citadas publicaciones y referidos héroes hispanos, Bruguera no dudaba que la letra con imagen mejor entra. Quizás sobre esa frase, pero con la vista puesta en un territorio poco explotado, la editorial catalana puso a la venta en 1955 la Colección Historias, es decir obras abiertas más bien a un público joven, sin descartar otras edades, que combinaban el texto, eso sí en muchos casos convenientemente retocado y reducido, con imágenes típicas de tebeo, perdón cómic. En eso consistía el experimento que funcionó durante décadas hasta el punto de que hubo en diferentes etapas rediseño las portadas.



El dibujante Bosh Penalva se convirtió en referente de las primorosas y coloreadas portadas de las Historias de Bruguera, pero en el interior también aparecían las firmas de indudables artistas, entre otros, por ejemplo, Ambrós, cuya impronta se puede apreciar en el volumen de Los tres mosqueteros, donde el mejor dibujante del Capitán Trueno realiza un excelente trabajo. La televisión tardaría un año en comenzar a funcionar (1956) y a competir fuerte con la entrada de aquel ministro llamado Manuel Fraga Iribarne. De momento, el terreno para la invasión de los libros ilustrados estaba despejado.

Los principales aliados de los libros con ilustraciones, 250 al principio, eran autores clásicos convenientemente reconvertidos como Dickens, Twain, Stevenson, Scott,Verne, Cervantes, D'Amicis o Melville, así como otros u otras en teoría más folletinescos, casos de Louise May Alcott, Marcel D'Isard o el cardenal Wiseman. No olvidemos que los cambios de rumbo del franquismo eran evidentes pero el nacional catolicismo aún funcionaba muy a pesar del expectante e infiltrado Opus Dei. El caso fue que la gente leía en un país donde no se leía, aún hoy sigue la misma cantinela o cantilena, que da lo mismo que lo mismo da, y eso dio sin embargo folgos a los jerifaltes de Bruguera para diversificar sus productos, los cuales, sobre todo en el ámbito del cómic se convirtieron en ejemplares aunque la misma ejemplaridad no acompañase en las condiciones laborales de los creadores.



Las historias ilustradas aquí comentadas por este que fue lector de ellas motivaron otros proyectos dentro del mismo formato como la serie específica para niños y niñas Heidi, en clara alusión al personaje de Johanna Spyri, que ya había sido suficientemente divulgado en la Colección Historias. El otro buque insignia de libros ilustrados consistió, a rebuzo del salto cualitativo dado por la Televisión Española cuando sólo tenía un canal en blanco y negro, en el lanzamiento de títulos de acuerdo con personajes y teleseries: Bronco, Bonanza y Rin Tin Tin,. Los mayores de cincuenta años saben bien de quién se está hablando, aunque otros los sitúen en la Alta Edad Media por lo menos.

Más la expansión de la marca Bruguera no se limitó al formato antes mencionado. Los directivos de la empresa tenían buen ojo y ya sabían que el futuro estaba en Europa y Estados Unidos. De esos países copiaron fórmulas de cultura de masas que aplicaron con acierto en la España del desarrollismo. En ese sentido se pueden mencionar Joyas Literarias Juveniles, Famosas Palma de Oro o Historias Famosas. Eso en el terreno de la ilustración, porque Bruguera sabía diversificar su producción. Para esto es mejor acudir a estudios amplios y rigurosos que existen en el ámbito editorial, incluso en internet hay decenas de blogs que cumplen excelentemente su labor de divulgación de una parte de la cultura popular que ya es historia.




viernes, 19 de octubre de 2012

Mariano José de Larra

Mariano José de Larra (1809-1837) es uno de los autores relacionados con el Romanticismo español que mejor parado sale ante el paso avasallador del tiempo. La permanencia del ilustre madrileño dos siglos después de su nacimiento está relacionada con sus artículos periodísticos, para unos de costumbres, sociales para otros y políticos para unos cuantos. En mi caso puedo añadir que fsus escritos periodísticos formaban parte del material de los pocos libros de obligatoria lectura que me atrajeron durante el bachillerato dentro de la asignatura de Literatura. El título era Artículos de costumbres, en edición de la colección Austral de Espasa Calpe.




Larra tenía una inteligencia natural que utilizaba para repartir puyas a diestro y siniestro. Incluso algunas de sus frases han quedado para siempre en el habla coloquial. ¿Quién no se ha acordado del vuelva usted mañana? Tan actual y tan bien repartido por toda España gracias a la abundancia de administraciones que en los románticos tiempos de Fígaro a pesar de su poca diversificación ya se encargaban de que el país fuese a ritmo lento para perder mejor el tren de una modernidad deseada por muchos sectores de la población, cambios que no llegarían hasta el siglo XX.

De Larra he traído varias ediciones de sus artículos, cada una atractiva a su manera, unas más completas que otras, pero todas con lo mejor del aguerrido publicista. Entre ellas está la antología prologada por Francisco Umbral (1935-2007), escritor y madrileño de adopción que nunca disimuló la influencia de Mariano José de Larra, como tampoco muchos otros, incluido aquel grupo de intelectuales que hace algo más de cien años realizó un homenaje ante la tumba del escritor; sí, aquellos jóvenes con ansias de renovación frente a la catástrofe que supuso la monarquía en sus diversas variantes, moderada y liberal, que no impidieron la inútil sangría de la juventud de varias generaciones en guerras coloniales que solo favorecieron a unos pocos sectores de la sociedad española.

Mi propuesta se completa con un libro de novela histórica, en concreto El Doncel de Don Enrique el doliente, muy en la línea de ese género que floreció en el romanticismo hispano, no con mucho acierto en el caso de Fígaro, aunque en otros nada tienen que envidiar al canónico Walter Scot, pero de eso hablaré en otra ocasión.


Como final recomiendo dos incursiones en la vida de Larra. Por una parte, Flores de Plomo, de Juan Eduardo Zúñiga, otro escribidor madrileño de culto y grande, quien nos pasea por el Madrid carnavalero del 13 de febrero de 1837, fecha en que el periodista se pega el tiro en la cabeza que pone fin a su vida, mientras que el que podría haber sido el amor de su vida se pierde por las rúas madrileñas tomadas por las máscaras y disfraces. La narración se complementa con la última jornada de Felipe Trigo (1864-1916), escritor de fama a comienzos del siglo XX, entre sicalíptico y social, que también se autoeliminó de un tiro en horas de depresión, algo a lo que tampoco fue ajeno en la contradictoria existencia de Larra, a quien le tocó vivir uno de los periodos convulsos de la España del siglo XIX, de constantes luchas entre liberales y moderados, que afirmaron aún más la tendencia absolutista de la monarquía española, representada por Fernando VII hasta su muerte en 1829.

La otra obra se trata del reciente libro publicado por un descendiente de Fígaro: Jesús Miranda de Larra, que realiza importantes aportaciones sobre la vida de su ilustre familar bajo el título de Larra, biografía de un hombre desesperado, de la que ofrece datos inéditos y aspectos poco conocidos de la vida del autor de unos artículos cuyo tono distendido y a veces popular no eliminan intenciones elevadas como la de no doblegarse ante el poder establecido y luchar por la libertad de expresión, entre otros asuntos, que no impidieron que Mariano José de Larra se considerase un incomprendido, a pesar de su juventud y éxito, que inevitablemente chocaron con una sociedad atrapada por nefastas políticas, en la mayoría de los casos, con tendencia a defender los privilegios de un sistema anticuado en el fondo y en las formas y una política tendente a la discriminación de la mayoría de los habitantes de un país empobrecido por guerras, dentro y fuera de sus fronteras, y catastrofes naturales que aumentaban las hambrunas y las epidemias.


martes, 16 de octubre de 2012



Albaceas del relato policial


Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges demostraron a la largo de sus vidas, tanto juntos como separados, una especial afición por la literatura de argumento policial que se concretó en novelas escritas conjuntamente centradas en el citado género y alguna´antología seleccionada alalimón por los autores argentinos. De ellos viene a este blog, la segunda parte de una antología editada por Alianza, con el título Los mejores cuentos policiales (2), libro de bolsillo que encontré en el único puesto dedicado a la letra impresa de un rastrillo dominical. Conocedor de las andanzas del dúo BB en el amplio territorio de la literatura fantástica que tan en deuda está con los escritores bonaerenses, no  me resistí al pequeño volumen de atractiva portada -nada menos que del irrepetible DanielGil-.

Los cuentos recopilados en el volumen ofrecen principalmente, salvo algunas excepciones, un amplio protagonismo a los escritores anglosajones, del Reino Unido y Estados Unidos. Entre ellos, como no, el considerado padre de la narrativa policial con su novela-problema, donde el  principal protagonista, sea inspector o personaje detectivesco, intenta resolver un asesinato como si de un problema matemático se tratase. En esa línea aparecen autores como Nathaniel Hawthorne, Stevenson, Conan Doyle, London, Chesterton, Eden Phillpots, Anthony Berkeley, Millward Kennedy o Ellery Queen, aunque en línea parecida están autores que se adentraron sin complejos en el género policial como el japonés Ryunosuke Akutagawa y los argentinos Borges, Silvina Ocampon y Adolfo Luis Pérez Zelaschi.

sábado, 11 de agosto de 2012



Mathilda

Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1851) es conocida por su novela Frankestein, toda una declaración de principios de la narrativa gótica y del romanticismo literario llevado al extremo. De ese extremo no pudo escapar durante su penosa existencia compartida con personajes fuera de serie como su padre, el pensador y escritor radical William Godwin, y su esposo el poeta del que tomaría el primer apellido.

A pesar de las influencias familiares que también se reflejaron en sus escritos, Mary Shelley desarrolló una obra literaria propia que tuvo su máximo exponente en cuanto a reconocimiento en la obra señalada al principio. En Mathilda confluye toda la parafernalia de la literatura de comienzos del XIX, con inquietantes pasajes premonitorios, no exenta de la influencia de la sensibilidad exacerbada de la autora quien en Mathilda demuestra su notable capacidad para crear historias extraordinarias.
En dicha novela, el argumento se aleja de lo sobrenatural y se centra más en lo autobiográfico, con el amor incestuoso y el suicidio, entre otros aspectos, que convierten a Mathilda en la segunda obra literaria más leída de Mary Shelley.

miércoles, 11 de julio de 2012


Hazañas Bélicas

El tebeo de guerra por antonomasia era en mi etapa de infante, sin lugar a equivocarse, Hazañas Bélicas, y Boixcar (1917-1960) el dibujante preferido por la mayoría de los seguidores del citado cómic, tanto que algunos intentábamos imitarlo emborronando papel en blanco mediante la copia sin éxito panzers, stukas, marines estadounidenses, soldados japoneses o alemanes de la Wermatch.

El cuadernillo que periódicamente esperaba su llegada a los kioskos era para mí una sorpresa desde el momento en que sabía de antemano que nuevas aventuras animarían mi tiempo de ocio en aquellos lejanos 60.  Desde luego, Boixcar nos trasladaba a la jungla birmana, al desierto de Libia o las frías llanuras de la URSS, siempre con acierto y calidad en todos los sentidos porque sus historias iban más allá del espíritu guerrero. Aquellas hazañas me hacían pensar, como cuando leía las viejas fábulas latinas, ya fuera en el vagón de un tren durante el largo viaje que anunciaba las vacaciones o a la sombra en las calurosas tardes veraniegas.


domingo, 8 de julio de 2012

La cuerda floja

Lygia Bojunga Nunes (1932) es sin duda la mejor escritora brasileña de literatura infantil y juvenil, avalada por numerosos premios, entre ellos los más prestigiosos a nivel internacional como el Hans Christian Andersen y el Astrid Lindgren Memorial Award –éste por el conjunto de su obra-.
Sus libros han sido altamente recomendados en Europa, y uno que es curioso se puso enseguida al día de la obra de esta autora en lengua portuguesa gracias a la revista Fadamorgana, número 12, la entrega más reciente de la imprescindible publicación gallega sobre literatura infantil y juvenil.
El primer libro leído por mí de autoría de la escritora brasileña es el quinto de su cosecha, en concreto La cuerda floja (1979) –Corda bamba-, en el idioma original. El relato se centra en la difícil adaptación de una niña, María, que ha perdido a sus padres en un accidente en el circo donde trabajaban. Con el apoyo de la mujer barbuda y el tragafuegos,  la protagonista muestra el camino de una pequeña que ha sufrido una importante pérdida y se encuentra amenazada en su libertad por una sociedad encumbrada y acostumbrada al todo se compra, todo se vende.
 El título del libro sirve para recordar que aún caminando por la cuerda floja se puede llegar a ser una persona digna como la que más. El libro conoció una adaptación televisiva en Suecia y estrenos teatrales en varios países europeos.
Un buen comienzo en el primer acercamiento a la obra literaria de Lygia Bojunga Nunes, mediante la lectura de La cuerda floja, un libro editado en sexta reimpresión por Alfaguara, rescatado de las baldas de una tienda de segunda mano ya desaparecida.




martes, 3 de julio de 2012



Caminos de Osvaldo Soriano

Apalancados junto a otros de su condición estaban varios libros en la zona de saldos de un gran almacén. Su aspecto era saludable, nuevos y brillantes portadas, además tenían nombres de autores realmente interesantes. Uno de ellos me llamó la atención. Ché!, un viejo conocido para mí, Osvaldo Soriano (1943-1997), de quien ya había disfrutado con sus simpáticas ocurrencias en Triste, solitario y final, que me hizo cogerle más cariño al flaco (un alias muy utilizado por los argentinos), sí a Stan Laurel, pero sin olvidarme de Oliver Hardy.

Bueno, los caminos de la literatura son largos, no se acaban en los cruces, si no que continúan avanzando en las direcciones más insospechadas. Por eso, quién le iba a decir que de aquella novela de serie negra, también con un Marlowe en el reparto, sería el inicio de una relación estable del escritor de Río de la Plata con los lectores para desgracia de otros ilustres juntaletras en teoría formados en las universidades.

En otra dirección, pero con la convicción de entretener, más que formar, Soriano también escribió de otros ámbitos, como, por ejemplo en Una sombra ya pronto serás. Del título no hay nada que decir, los que aprecien el tango ya saben de qué va. En cuanto al argumento de este libro recuperado por mí de un fondo de oportunidades, semeja a esas películas que los norteamericanos llaman road-movies, si no me equivoco, pero con el fondo de una Argentina en plena decadencia, donde como en la vieja canción compuesta por Gabino Coria Peñaloza, y cantada, entre otros, por el Morocho, el protagonista está a punto de caer como ese camino cubierto de cardos que la mano del tiempo su huella borró.











Letras de poeta galés
Dylan Thomas (1914-1953) es uno de los poetas británicos con mayor proyección internacional, medio siglo largo después de su temprana desaparición, la cual no impidió que su obra se mantuviera accesible con constantes ediciones hasta la actualidad.
La lectura de algunos relatos cortos me puso en contacto con la poesía de Thomas, hasta el punto de buscar cualquier libro en el que figurara el nombre del escritor. En esa etapa me encontré con este libro de cartas de Ediciones de La Flor -como me había pasado antes con las de Raymond Chandler-. Su lectura sirve para descubrir aspectos personales desconocidos y romper con algunos tópicos sobre el escritor encumbrado que fue Dylan Thomas.
Constantine Fitzgibbons explica en el prólogo que “en algunos casos y sobre algunas de sus mejores cartas, los comentarios son irrelevantes. Muchas están escritas como conversaciones. La conversaciòn de Dylan Thomas era notable: podía ser ingeniosa, obscena, profunda -especialmente cuando se discutían poemas- pero casi nunca giraba sobre abstracciones. Y siempre estaba dirigida ala persona con quien Dylan hablaba: era comunicación, no exhibición. Por eso tenía tantas amistades,  y hacía amigos de todas las clases rápidamente. Si le gustaba una persona ponía en ella su atención indivisa, ya fuera un cartero encontrado en un taberna galesa o un ganador del Premio Nobel en un restorán neoyorquino y con ambos hacía lo más que podía por agasajarlos. Se amoldaba a sus temperamentos y a sus mundos. Por eso tantos de sus incontables amigos tiene de él una visión tan diferente”.
El primer libro que leí de Dylan Thomas fue El visitante y otras historias, editado por Nostromo (Alfaguara) 1975. Otras obras, además de las poesías completas, que con el tiempo disfrute fueron Las hijas de Rebeca y Retrato del artista cachorro.





Madrid terminado en Z

Los años ochenta del siglo pasado, dicen las crónicas, propulsaron la entrada de la ciudad de Madrid en el circuito de urbes con proyección cultural a nivel peninsular. De ahí que diferentes proyectos largamente pensados se hiciesen realidad en distintos ámbitos con el objetivo de promocionar la capital de España.

Dentro de ese proselitismo, quizás en respuesta a lo ocurrido en la década anterior en Barcelona, el cómic estuvo en ocasiones a la altura de los tiempos, eso sí con apoyo oficial incluido, una costumbre que no se pierde con el paso de los años, pero siempre que se guarde cierta compostura de alineación con el poder gobernante.
Madriz fue el nombre de una revista en la que participó un largo elenco de dibujantes e ilustradores, unos con fortuna otros con menos en sus trabajos editados por la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Madrid.
Citar los colaboradores de Madriz es una tarea ardua, por eso el número 10 que ilustra la reseña puede servir para hacerse una idea de dicha publicación que murió a los tres años de edad. En tan poco tiempo no pasó inadvertida, incluso fue criticada por unos y otros, también sufrió retrasos y presiones en contra de torquemadas de la corporación municipal de aquellos tiempos.
A lo que estamos, en aquella décima entrega dieron vida a las páginas con sus estampas -unas costumbristas, otras posmodernas- LPO, Javier de Juan, L. Serrano, Cueto, Martín Marcos, Camus, Rubén, Fernando Vicente, Calonje (autor de la portada de arriba), Keko Godoy, Arranz, Ana Juan, Victoria Martos, F. Del Barrio, Guzmán y OPS.

martes, 8 de mayo de 2012


Ocho siglos de poesía gallega

La poesía o lírica es uno de los géneros literarios que cuenta con uno de los mayores protagonismos dentro de la literatura gallega. Para reafirmarme en lo dicho, traigo un libro que para mí fue como una especie de iniciación, pues las cincuenta pesetas invertidas en el pequeño volumen de bolsillo aún hoy -40 años después de su compra en la Casa del Libro de Madrid- generan ganancia para el espíritu. A menudo releo versos de las diferentes etapas de la lírica gallega, es decir desde la Edad Media, con sus cantigas de amigo, amor, escarnio y maldecir a los primeros poetas de la posguerra del siglo XX, pasando inevitablemente y con parada de larga duración en el Rexurdimento.


Es verdad que desde 1972 han pasado años y acontecimientos; han caído muros y sistemas, pero también afloraron generaciones que renovaron el espacio poético en Galicia, pero dejo para la historia, la economía, la sociología y otros ciencias análisis más sesudos sobre la evolución de este rincón de noroeste peninsular.
 También dejó para más adelante la poesía a partir de 1975, debido a que el libro Ocho siglos de poesía gallega (antología bilingüe), editado por Alianza con el número 385 en su colección de bolsillo, fue editado tres años antes del nuevo periodo histórico que protagonizó España.
 El libro constituye un acertada selección y prólogo realizados por Carmen Martín Gaite y Andrés Ruiz Tarazona, quienes comienzan su recorrido en el siglo XII y lo terminan en el siglo XX con la idea de que no son todos los que están, pero sí han sabido explotar las posibilidades que para la expresión poética encierra el idioma gallego.


Robert B. Parker y Spenser

La primera vez que leí el nombre de Robert B. Parker (Springfield, 1932) estaba escrito en la cubierta de La historia de Poddle Springs, novela inconclusa de Raymond Chandler, que el primero se encargó de completar con notable éxito. Los herederos y editores del autor del Sueño eterno no se equivocaron a la hora deelegir a Parker para recuperar las aventuras de un otoñal Philp Marlowe con Linda Loring como esposa, con quien coincidió en otras novelas como Playback y El largo adiós.



Cuando el autor de esas inolvidables novelas policíacas dejó mundo en 1959 seguro que, por su éxito editorial, sabía que tenía imitadores pero no de la talla de Parker, quien alguna vez dijo: “Crecí deseando ser Raymond Chandler y ahora, en cierto modo y con esta oportunidad que se me ha brindado, lo soy”.

 La historia de la recuperación total de Las historia de Poodle Springs sirve para que introduzca a Robert Parker como autor de algunas novelas policíacas, si bien en línea chandleriana, es decir con detective en entorno urbano y preocupado con el devenir de la sociedad que le ha tocado vivir. Como su querido Chandler, Parker se muestra admirador también de la literatura inglesa, de ahí su detective lleve el nombre de un poeta británico del siglo XVI: Spenser, el cual es protagonista de las tres novelas que recomiendo a continuación. Por cierto, la serie televisiva estadounidense obtuvo un seguimiento favorable en España durante la década de 1980.


 En primer lugar, las aventuras del tal Spencer las sitúo en Tierra prometida, donde una mujer sospechosa de asesinato lleva al detective a plantearse su propia muerte. Un águila en la montaña va de búsqueda de una desaparecida, y en La espiral aparece en toda su crudeza la corrupta política de Estados Unidos con motivo de las elecciones al Senado. Espero que Spencer resulte entretenido en su devenir por tierras de Boston con su romanticismo trasnochado de solitario pertinaz en lucha contra todo tipo de injusticia, aunque también amante de la buena mesa y propenso al humor.

jueves, 26 de abril de 2012



La lectora, de Raymond Jean

La contraportada de la edición de Calpe narativa decía en 1990 sobre La lectora (1986): "La protagonista de esta novela posee un don especial: una voz de inflexiones maravillosas capaz de dar vida a cualquier historia escrita. Esta cualidad la decide ofrecerse como lectora a domicilio meidante un anuncio en los periódicos locales. Y para sorpresa, recibe variadas respuestas.
Los oyentes de esta nueva Scherezade serán: una viuda aristocrática y excéntrica, un hombre de negocios solitario, tres viejos que sueñan con boudoirs sadianos, y se verá obligada a encarnar el antiguo conflicto entre realidad e imaginación, en una complicidad con los libros que lee: Maupassant, Sade, Perec o Baudelaire.

El estilo rico de Raymonmd Jean se une a los textos de los autores elegidos para configurar una hermosa novela que sugiere, de forma divertida e irónica, cómo el placer de la literatura estimula la imaginaciòn y los sentimientos.

La lectora ha sido llevada al cine, con grán éxito, por Michel Deville".

Raymond Jean (Marsella, 1925). Durante mucho tiempo fue profesor de literatura comparada en la Universidad de Aix-en-Provence, además de tener en su cuenta creativa unas cuarenta obras literarias de diferentes géneros, desde poesía a ensayo, pasando por novela y periodismo en varios diarios franceses. Recientemente fallecido, el pasado 3 de abril, de este autor entre sus trabajos editados en francés se pueden citar:


Les ruines de New-York, 
La conférence,1961 
Nerval, 1964
Le village,1966
La vie, 1968
Pour Gabrielle, 1971
La poétique du désir, 1975
Pratique de la littérature, 1978
La Rivière nue, 1978

La Singularité d'être 1979
Photo souvenir, 1980
L., 1982
Un fantasme de Bella B., 1983

L'Or et la Soie,1983,
Les Lunettes,1984
Belle clarté, chère raison, Desclée de Brouwer, 1985
Cézanne, la vie, l'espace, 1986
La Dernière Nuit d'André Chenier, 1989

Les Perplexités du juge Douglas, 1999
Le Roi de l'ordure, 1999
Tutoiements, 2000
Un portrait de Sade, 2000
La Terre est bleue, 2002
Clotilde ou le second procès de Baudelaire, 2002

sábado, 7 de abril de 2012


El Miguel Hernández que no cesa
Los apuntes de literatura de aquel ilusionado muchacho de 16 años en el instituto están aún guardados en el bloc de color azul dentro del escritorio donde solía estudiar. Es la poesía de Miguel Hernández (1910-1942) leída y releída en el caso de El silbo vulnerado, desentrañada en los que abren este post hasta el último fonema cual cadáver en la sala de la morgue; pero ¡no! la poesía del escritor de Orihuela está viva aún encima de efemérides, partidismos y polémicas, y sirve para acompañar cuando se quiere subir a esas cumbres más hermosas de las que hablaba e poeta cuando se refería a la lírica.


Sobre El rayo que no cesa estoy de acuerdo en que es "un libro lleno de retórica ante el cual no obstante, el poeta no humilla su inspiración ni su arrebato sino que se aprovecha de sus recursos técnicos para mejor expresar, servir y verter la pasión y la dolorosa voz que lo circunda. Con esta obra el mundo poético de Miguel Hernández se puebla de broncos acentos, de resplandores trágicos", dijo en su día Concha Zardoya. Por mi parte, reconozco que Hernández pasó como una estrella fugaz que con su luz alumbró a una de las etapas más brillantes de la poesía española, dramáticamente apagada por la cruel guerra civil de 1936-1939.

En relación con el sangriento enfrentamiento que durante tres años produjo muertos, destrucción y caos, hay que destacar que Hernández fue uno de los poeta militantes que participó en la defensa de la República desde su militancia izquierdista, pero en los versos de El rayo que no cesa están presente más que nada sonetos de temática amorosa dedicados a la que iba a ser su esposa Josefina Manresa sin que falten la pena, la muerte, la angustia, la soledad, entre otros, aunque la unidad métrica de la obra se rompe en tres ocasiones, sobre todo con la elegía a la muerte de su amigo Ramón Sijé que comienza con los inolvidables versos:

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.


Sin duda, El rayo que no cesa sirvió a Hernández para continuar su evolución lírica que iba a estar marcada por la guerra, la esperanza, la derrota, la cárcel, la solidaridad, asuntos que convirtieron al poeta de Orihuela en uno de los más leídos de su época, porque como decía: "Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas", a pesar de que Hernández intuyera desde muy joven su trágico destino.

El dramaturgo Antonio Buero Vallejo (1916-2000) que realizó uno de los retratos más conocidos de Miguel Hernández, hecho en la galería de condenados a muerte en la cárcel madrileña de Conde de Toreno, publicó en 1992 el artículo titulado Mis recuerdos de Miguel Hernández. En él se mencionan los encuentros entre Buero y Hernández durante un tiempo convulso y en condiciones dramáticas: "Coincidí con él tres veces. La primera fue en 1938, en Benicasim, donde yo estaba trabajando y él había ido a convalecer de un gran agotamiento; comíamos en la misma mesa, pero yo estaba tan sobre mi trabajo y él tan en sus ocios que apenas cambiábamos unas pocas palabras.

Después fue en Madrid; en la prisión de Conde de Toreno. Vivimos unos diez meses juntos en la galería de condenados a muerte. Esta fue la etapa más interesante de nuestra relación. En noviembre de 1940 hubo en tercer encuentro en Yeserías, donde nos enteramos que Miguel estaba en la sección de transeúntes; algunos amigos, burlando la vigilancia, conseguimos verlo; cambiamos apresuradas impresiones durante quince minutos y no le volvería a ver más.

Recordando la etapa de Conde de Toreno en Madrid advertí que Miguel era un hombre a caballo entre la alegría y el dolor, entre la luz y la sombra. De tal manera esto es literal, que hay poemas suyos en los que las palabras alegría, luz, sombra, se reiteran constantemente. ¿Por qué? Porque Miguel ya era un gran poeta trágico".

Buero menciona en sus recuerdos como Miguel derrochada sensibilidad en determinada situaciones. "En esta relación carcelaria, su humanidad excepcional no sólo se mostraba en esa faceta jocosa y divertida, sino también su permanente generosidad: si algún compañero le pedía algo, él, si podía se lo daba; y daba lo que mejor podía regalar: poesía.


Recuerdo la anécdota que un compañero me contó: cierto preso miraba preocupado una fotografía de su hija, que dentro de unos días celebraría su onomástica y para la que no tenía que poderle mandar. Miguel, al saberlo, tomó prestada la foto y le dedicó ese precioso poema que se titula "El pez más viejo del río". Este poema, que a primera vista parece un poema menor dentro de la obra de Miguel, no es tal poema menor y expresa magistralmente esa lucha entre le dolor y la alegría del poeta trágico que era. Del grande, dolorido y solidario hombre que fue".


jueves, 22 de marzo de 2012

Juan José Millás


Juan José Millás (Valencia, 1946) es desde hace años uno de los escritores más galardonados dentro del terreno de las letras españolas, lo cual quiere decir que en la actualidad ocupa un lugar destacado tanto a nivel literario como en el ámbito periodístico -en este último también ha obtenido importantes premios-.

Me apetece escribir de algunas de las primeras obras de este autor afincado desde muy joven en Madrid. El material elegido está compuesto por cuatro novelas. Desde siempre he considerado que el género narrativo predomina en la primera etapa del escritor, aunque también hubo algún intento poético que no tuvo continuidad, por lo menos a la hora de publicar.

El estreno no pudo ser mejor para Millás con la obra Cerbero son las sombras, Premio Sésamo de 1974 aunque editada un año después, una larga carta al padre de un joven que realiza un monólogo doloroso sobre la soledad humana y el callejón sin salida de una vida sin alicientes. Esta novela, en la cual Millás trabajó a fondo la construcción de las frases, la dio a la imprenta tras algún intento fallido por demasiado experimental.
 
 

A continuación sitúo Visión del ahogado, cuya argumentación le valió por fin el reconocimiento definitivo del público lector y de una crítica que vieron en Millas una de las voces más acreditadas de cara a la renovación de la narrativa en castellano allá por 1977 cuando se estaban produciendo grandes cambios políticos y sociales en España. De esa época es el personaje Luis el Vitaminas, encuadrado en un mundo opresivo y sórdido, espacio en el que se mueven personajes determinados a menudo por lo inesperado y la sorpresa.

 

La tercera novela que recupero es Papel mojado, editada en 1983, un nuevo ejercicio de narrativa con nervio que acerca a Millás a un público más amplio. En esta ocasión, sin faltar a su estilo, se adentra en la serie policíaca pero dentro del eterno conflicto entre la apariencia y la realidad. Parodia y melodrama, humor y lirismo, son algunos de los ingredientes que dan sabor a una novela de sorprendente final.

 

La cuarta es del mismo año que la anterior y lleva el título de Letra muertas, más críptica quizás que las anteriores, llena también de intriga, es una novela poco conocida en relación con la obra general de Millás, quien urde la trama en un escondido convento donde el ambiente opresivo se impone sobre personajes que en sus acciones son descritos como seres condenados a una existencia absurda.

 
 
De las cuatro obras, cualquiera sirve para adentrarse en un estilo literario rico en matices y en propuestas imaginativas que se van imponiendo al propio autor, lo cual da sentido a una narrativa muy personal que periódicamente se traduce en nuevos libros y artículos en la prensa.