jueves, 17 de noviembre de 2011


El literario Oeste

La lectura de libros de Mark Twain me sirve para buscar entre anaqueles viejas historias del Oeste que tanto entretuvieron y entretienen a generaciones y personas diferentes, unidas por el convencimiento de que su tiempo libre se lleva mejor cuando aparece un pistolero, un vaquero, un sheriff, un bandido, un indio, un buscador de oro, un o una chica de saloom. Y es que, ¿qué sería del cine sin las películas del Oeste? pues seguramente que su historia se habría escrito de otra manera; pero dejo de lado mi bizantinismo, voy al grano.




 "Charlie Ellis no sabía dónde se hallaba; no sabía hacia dónde se dirigía; todos sus bienes en este mundo eran las ropas que vestía; el seis-tiros que colgaba de su cinto, el caballo que montaba, la silla, las bridas y las espuelas. No tenía ni un centavo, ni un amigo en quinientas millas a la redonda. Y, sin embargo, silbaba y cantaba; iba orgullosamente montado en su caballo; y, de cuando en cuando, echaba una mirada de admiración al mundo que le rodeaba: un mundo solitario en aquellos instantes, pero muy hermoso".

Vuelvo a las anaqueles y recupero tres volúmenes de Historias del Oeste, de editorial Acervo (Barcelona), donde hay para dar y tomar aventuras desde los más conocidos como Bret Harte, Mark Twain, Stephan Crane, O' Henry y Jack London, escritores de prestigio como también lo son Charles Dickens, Howard Fast, Conrad Ritcher, McKinlay Kantor o William Faulkner, quienes cultivaron dicho género sin ápice de rubor, pues hay que tener en cuenta que, sin menospreciar a los de la primera lista, entre los de la segunda hay un Nobel de literatura y varios Pulitzer.

También están en los tres volúmenes historias escritas por Stewart Edward White, Dorothy Johnson, Edwin K. Sloat, Paul Horgan, Morgan Lewis, Thomas Allibone Janvier, William A. Baillie Graham o Ernest Haycox, entre otros, que representan lo más florido del género del infravalorado de "vaqueros", al que aún se aferran muchos lectores, y del que incluyo el comienzo de un relato de Eugene Manlove Rhodes, que se titula La sonrisa del muerto:




Pasé de largo por mi colección de viejas novelas del oeste, ampliamente ilustradas, y en la mayoría de los casos escritas desde los años 40 por españoles que tenían que ganarse la vida inventándose en el 99% un Oeste que no habían conocido ni geográficamente. Pero esa es otra historia, de la que ya hablaré más adelante. También dejó de lado un libro, para mí la primera aventura del Oeste, titulado Naufragios y comentarios, escritos en el siglo XVI por Álvar Núñez de Vaca, quien a su manera con inventiva, y evidentes silencios sobre lo que le convenía, hablaba de indios, bisontes y otros aspectos de los indígenas que habitaban el río Grande entre lo que en la actualidad son parte de Méjico y Estados Unidos.

 En fin, que enseguida me disperso por la amplia bibliografía relacionada con el Oeste americano, casi tanto como la lista de películas con dicha argumento de fondo, un Far West que no era tan épico, ni tan espectacular, pero que gracias al cine y la literatura alcanzo el grado de la mitología, la mitología moderna.

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