miércoles, 30 de noviembre de 2011



Mark Twain (1835-1910)


A rebufo y con permiso de Google recojo la imagen dedicada a Mark Twain por el 176 aniversario de su nacimiento. Ella me sirve para recordar a uno de los grandes escritores estadounidenses por boca de biógrafos y del propio escritor.


Samuel Langhorne Clemes moría a los 74 años, una edad bastante longeva si se tiene en cuenta que era la primera década del siglo XX cuando Mark Twain pasó para siempre a la posteridad por ser uno de los padres de la moderna narrativa de Estados Unidos. A su reconocimiento literario contribuyeron obras como las que aquí pongo como ilustraciones y recomiendo su lectura, aunque el escritor de Hannibal, a pesar de que nació en la pequeña población de Florida (Misuri), dejó tras su muerte una numerosa obra sin publicar.




 Alguno de sus biógrafos contabilizaba por lo bajo unas 800 obras, en las que prevalece la lucha a favor de la libertad y el progreso, combate que al final de su vida, llena de tragedias y algún sonado fracaso económico, se tiñó de aguda melancolía, pero quedan Tom Sawyer, Huckleberry Finn y otros personajes ficticios que dieron salida a la fina ironía del escritor sureño, uno de los máximos representantes de la literatura en lengua inglesa del siglo XIX, pero también fue mozo de recados, aprendiz de tipógrafo, periodista, soldado confederado, piloto de los barcos que recorrían el Misisipi, buscador de oro en el auténtico Oeste, aventurero, editor, negociante, viajero, conferenciante y hasta doctor honoris causa por la Universidad de Oxford.


"Hasta los doce o trece años cada año pasaba una temporada en la granja. La vida que llevaba allí con mis primos estaba lleno de encanto, y aún lo está en la memoria que tengo de ella. Puedo recordar el solemne crepúsculo y el misterio de los bosques profundos, los olores de la tierra, el suave aroma de las flores silvestres, el brillo de las hojas lavadas por la lluvia, el tamborileo de las gotas cuando el viento sacudía los árboles, el lejano martilleo de los pájaros carpinteros, y el tableteo amortiguado de los faisanes en lo más remoto del bosque".

"El mundo de Hannibal era muy pequeño, se hallaba alejado del mundo de la literatura, pero como oficial impresor Sam Clemens pronto pudo encontrar trabajo en otros lugares. A los diecisiete años, depués de visitar a su hermana Pamela en Saint Louis, se encaminó hacia Nueva York sin avisar previamente a su madre. En el diario de Orion aparecieron dos cartas que le escribió en agosto. Sam explica cómo viajó a nueva York en barco de vapor y en tren durante cinco días, haciendo un poco de turismo en Chicago, Rocheste y Siracusa".

 "Fui un mediocre piloto desde Saint Louis a Nueva Orleans, y mis cualidades de este oficio no me abrumaban. El sueldo era de 250 dólares por mes y mantenimiento, y por eso sentía otra vez deseos de encontrarme detrás de la rueda del timón y abandonar para siempre el vagabundeo".


"Poco a poco me fui familiarizando con el oficio y aprendía el truco de las fuentes informativas. Por lo tanto, pude dejar en paz a mi fantasía y llenar las dos columnas sin apartarme excesivamente del dominio de la realidad".


 "Durante varios años he tratado de dejar de escribir para publicar en cuanto podría permitírmelo. Por fin puedo y he guardado la pluma de escribir obras sin valor para ganar dinero. Lo que estaba deseando era una oportunidad de escribir un libro, sin reservas, un libro que no debería tener en cuenta los sentimientos de nadie, los prejuicios de nadie, las opiniones, creencias, esperanzas, ilusiones, engaños; un libro que debería expresar mi opinión, sin rodeos, en el lenguaje más corriente sin ningún tipo de restricciones. Pensaba que eso era un lujo impensable, un paraíso en la tierra. No había sino una condición bajo la cual podía ser posible la escritura de un libro así; sólo una: el saber que no vería la imprenta".

martes, 29 de noviembre de 2011


Cuentos para leer en invierno

El lugués Ánxel Fole (1903-1986) es uno de los escritores gallegos más destacados del siglo XX en el terreno del relato corto, pues en Galicia es apreciado por su amplia labor en dicho género literario, actividad que compaginó con el periodismo a lo largo de su vida y desde su juventud.


 Aunque asiduo ambientes galleguistas y progresistas desde sus años universitarios de la década de los 20 del siglo pasado, Fole no comenzó a publicar periódicamente obra literaria de forma regular hasta el año 1953 (A lús do candil) por el impacto que produjo en él la guerra civil española y la posterior posguerra, sobre todo para un hombre que pertenecía al bando perdedor, desde el cual sufrió la pérdida de amigos asesinados por el franquismo triunfante. Incluso su vida llegó a peligrar cuando el golpe triunfo en su ciudad natal, Lugo, desde donde tendría que salir hacia comarcas aisladas de la provincia que le servirían de inspiración en cuanto a paisajes, personajes y leyendas para sus libros.


 En esta recopilación en castellano, traducida y prologada acertadamente por Juan Soto, están recogidos relatos que se inspiraron principalmente en O Incio, O Courel y Quiroga, cuentos que responden en estilo a la tradición oral tan arraigada en la Galicia rural, aunque también en cualquier cultura del mundo. No es extraño, pues, que la fantasía, el misterio o el miedo, entre otros aspectos, estén muy presentes en la obra del escritor lucense, a quien recomiendo leer y releer, porque, por mucho que digan, su obra resulta intemporal, divertida, entretenida y reconfortante. ¿Por qué? Lean, además de la obra antes citada, Terra brava, Contos da néboa e Historias que ninguén cré. Merecen la pena.

sábado, 26 de noviembre de 2011


Intriga en el siglo XIII

César Mallorquí (Barcelona, 1953) ganó el Premio Gran Angular correspondiente al año 1999 por la novela La catedral, una obra orientada al público juvenil aunque este sector se nutre de una literatura en la que se mezclan diversos géneros en teoría destinados a los adultos, lo cual le confiere a esa supuesta creación literaria para los más jóvenes un éxito editorial hasta ahora por encima de la literatura seria.

La narración de Mallorquí viene a cuento porque nunca me había fijado en un texto suyo, pero los caminos de internet llegan a todas partes. Un día por casualidad me encontré con su blog, muy recomendable por cierto, descubrimiento que me abrió las puertas a un mundo literario hasta ahora desconocido. A esto añado que el otro día, en una de esas tiendas de segunda mano, compré el mencionado libro, del paquete como se dice por aquí y a un precio muy razonable. Así que, dada esta pequeña explicación, sigo.


Mallorquí no es un desconocido en el ámbito literaria, pues en su haber se encuentran registrados varios galardones como el concedido a La catedral, novela ambientada en el siglo XIII, y en la cual se concentran los ingredientes necesarios para hacer un texto atractivo. Es decir, César echa mano de intriga, fantasía, misterio, para adentrar al lector en el mundo de la Edad Media, por el que desfilan francmasones, constructores de catedrales, guerreros, templarios, campesinos, obispos y gentes características de un tiempo remoto pero no olvidado. Todo esto está aderezado con personajes atractivos como el joven protagonista Telmo, quien cubre su iniciación vital dentro de un marco de aventura y acontecimientos suficientes como para recargar a varias generaciones.
La catedral cumple su cometido de entretener, condición sine qua non de cualquier novela que se precie de ello. Sin duda, la sombra de otras catedrales literarias es alargada, la de Follet por ejemplo, pero Mallorquí realiza un notable trabajo literario que advierte que hay un escritor con clase, que desde su catedral ilumina al lector para acercarlo a un tiempo pasado.



Cómic marginal

Producciones Editoriales publicaba en 1975 El Rrollo cuando muchos de sus dibujantes, que colaboraban en equipo en cómics marginales, sufrían el acoso de la censura franquista. Aún no habían llegado a ser considerados profesionales de un arte que iniciaba un cambio radical en el fondo y en la forma. Nada tenían que ver con un género hasta entonces considerado representativo del público infantil-juvenil.


Dentro de una línea bronca, denominada más adelante chunga, los firmantes de las viñetas de este Rrollo eran Mariscal, Pepicheck, Farry, Roger, Fina, Palies, Nazario, Bordili, Capdevila, Villafuerte y Guilem, quienes se adherían a un movimiento alejado de la cultura oficial. Algunos forman parte de los clásicos del cómic, otros trabajan con éxito en otros ámbitos y unos pocos, no sé que es de ellos.

Sexo, drogas, rock and roll, violencia y otros asuntos menos risueños que los de los personajes de los tebeos de Bruguera, representaban elementos rompedores en aquellos años de búsqueda y evolución comiqueros se consolidaron a pesar de la oposición de parte de la sociedad bienpensante del tardofranquismo. En paralelo, había otros dibujantes y guionistas que en otra línea, pero también a favor de la libertad expresiva, trabajaban en la renovación del cómic, pero es otro capítulo a tratar en el futuro en el blog.

Otro chungo

Nasti De Plasti era el título de la revista de cómic editada en 1976 por Mandrágora que acogía en aquel tiempo a nutrido grupo de dibujantes que sobrevivían como podía de sus poco reconocidos trabajos artísticos.

 En plena transición hacia la democracia, la sociedad española caminaba a paso lento en lo relacionado con las libertades, pero la juventud lo cambió y a zancadas trataba de recuperar en poco tiempo lo que en otros lugares necesitaron años.

 Aunque alejados geográficamente del underground norteamericano, los enrrollados dibujantes con residencia en Barcelona elaboraron su particular universo del cómic marginal o alternativo que se nutría de otros mundos próximos de la juventud de los setenta: rock, sexo, drogas, ecología, anticapitalismo...


Aún pasarían unos años para profesionalizarse, pero mientras se iba tirando con una revista aquí otra allá. En Nasti De Plasti calaboraron Montesol, Roger, Mariscal, Ceesepe, Onliyou, Nazario, Pepuchek y Farri. Era el preámbulo a revistas en teoría más estables como Star y El Víbora.

jueves, 17 de noviembre de 2011


El literario Oeste

La lectura de libros de Mark Twain me sirve para buscar entre anaqueles viejas historias del Oeste que tanto entretuvieron y entretienen a generaciones y personas diferentes, unidas por el convencimiento de que su tiempo libre se lleva mejor cuando aparece un pistolero, un vaquero, un sheriff, un bandido, un indio, un buscador de oro, un o una chica de saloom. Y es que, ¿qué sería del cine sin las películas del Oeste? pues seguramente que su historia se habría escrito de otra manera; pero dejo de lado mi bizantinismo, voy al grano.




 "Charlie Ellis no sabía dónde se hallaba; no sabía hacia dónde se dirigía; todos sus bienes en este mundo eran las ropas que vestía; el seis-tiros que colgaba de su cinto, el caballo que montaba, la silla, las bridas y las espuelas. No tenía ni un centavo, ni un amigo en quinientas millas a la redonda. Y, sin embargo, silbaba y cantaba; iba orgullosamente montado en su caballo; y, de cuando en cuando, echaba una mirada de admiración al mundo que le rodeaba: un mundo solitario en aquellos instantes, pero muy hermoso".

Vuelvo a las anaqueles y recupero tres volúmenes de Historias del Oeste, de editorial Acervo (Barcelona), donde hay para dar y tomar aventuras desde los más conocidos como Bret Harte, Mark Twain, Stephan Crane, O' Henry y Jack London, escritores de prestigio como también lo son Charles Dickens, Howard Fast, Conrad Ritcher, McKinlay Kantor o William Faulkner, quienes cultivaron dicho género sin ápice de rubor, pues hay que tener en cuenta que, sin menospreciar a los de la primera lista, entre los de la segunda hay un Nobel de literatura y varios Pulitzer.

También están en los tres volúmenes historias escritas por Stewart Edward White, Dorothy Johnson, Edwin K. Sloat, Paul Horgan, Morgan Lewis, Thomas Allibone Janvier, William A. Baillie Graham o Ernest Haycox, entre otros, que representan lo más florido del género del infravalorado de "vaqueros", al que aún se aferran muchos lectores, y del que incluyo el comienzo de un relato de Eugene Manlove Rhodes, que se titula La sonrisa del muerto:




Pasé de largo por mi colección de viejas novelas del oeste, ampliamente ilustradas, y en la mayoría de los casos escritas desde los años 40 por españoles que tenían que ganarse la vida inventándose en el 99% un Oeste que no habían conocido ni geográficamente. Pero esa es otra historia, de la que ya hablaré más adelante. También dejó de lado un libro, para mí la primera aventura del Oeste, titulado Naufragios y comentarios, escritos en el siglo XVI por Álvar Núñez de Vaca, quien a su manera con inventiva, y evidentes silencios sobre lo que le convenía, hablaba de indios, bisontes y otros aspectos de los indígenas que habitaban el río Grande entre lo que en la actualidad son parte de Méjico y Estados Unidos.

 En fin, que enseguida me disperso por la amplia bibliografía relacionada con el Oeste americano, casi tanto como la lista de películas con dicha argumento de fondo, un Far West que no era tan épico, ni tan espectacular, pero que gracias al cine y la literatura alcanzo el grado de la mitología, la mitología moderna.
Amigos de la negra


La editorial Bruguera iniciaba en 1977, dentro de la colección Libro Amigo, la serie de novela policíaca que luego continuaría como novela negra con un formato muy popular, precios asequibles, cuidados diseños de las portadas y excelentes introducciones a cargo de especialistas en el citado género literario. La andadura de este tipo de narrativa en la referida editorial seguiría hasta la mitad de la década de los ochenta. En el camino quedaron las mejores obras de los escritores norteamericanos y europeos, entre otros, Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Horace McCoy, Jim Thompson, Ross Macdonald, Chester Himes, Patricia Highmith, Margaret Millar, Boris Vian y James Hadley Chase.


La novela negra española también comenzó a ser conocida de la mano de autores como Mario Lacruz, Jaume Fuster, Andreu Martín y Carlos Pérez Merinero, aunque también conocimos la mejor narración policíaca del argentino Osvaldo Soriano. Como se puede apreciar en la lista de títulos, la evolución de la serie fue desde los autores norteamericanos más conocidos a otros no tanto, pero sí en Estados Unidos, para luego dar entrada a autores europeos.


El cierre de Bruguera en 1986 dejó tras de sí un abundante legado editorial, libros, revistas y cómics, del que disfrutaron diferentes generaciones de españoles y latino americanos. Muchos títulos se pueden encontrar en tiendas de segunda mano, librerías de viejo, rastros, mercadillos e internet. En el caso de la novela negra siempre se producen interesantes hallazgos en alguno de esos lugares. Así los buscadores de novelas populares disponen de una excelente actividad no exenta de premio cuando se encuentra un libro que interesa.



Primeros títulos de la serie negra

Dinero sangriento. Dashiell Hammett
La ventana siniestra. Raymond Chandler.
Nadie es inocente. Wade Miller.
Di adiós al mañana. Orase McCoy.
Viernes 13. David Goodis.
Marcada por la sospecha. Charles Williams.
Un asesino en las calles. Gil Brewer.
Todos muertos. Chester Himes.
El gran golpe. Dashiell Hammett.
La cueva de los filósofos. Giorgio Scerbanenco.
El hombre enterrado. Ross Macdonald.
Paso fatal. Wade Miller.
Luces de Hollywood. Orase McCoy.
El arrecife del escorpión. Charles Williams.
El caso Galton. Ross Macdonald.
Cosecha roja. Dashiell Hammett.
Un ciego con pistola. Chester Himes.
El halcón maltés.
La llave de cristal. Dashiell Hammett.
Playback. Raymond Chandler.
El martillo azul. Ross Macdonald.
Asesino en la lluvia. Raymond Chandler.
Eleven mi horca. Geoffrey Homes.
La bella durmiente. Ross Macdonald.
La dalia azula. Raymond Chanlder
El otro lado del dólar. Ross Macdonald.
Bay City Blues. Raymond Chandler.
Escupiré sobre vuestra tumba. Boris Vian.
Triste, solitario y final. Osvaldo Soriano.
James Hadley Chase. El secuestro de Miss Blandish..
Un montón de huesos. J.P. Manchette.
Primera sangre. David Morrell.
La dama del lago. Raymond Chandler.
Golpe final. Dick Francis.
Corre, hombre. Chester Himes
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